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miércoles, 30 de enero de 2013

La biblioteca encantada.

Tras aquella noche en casa de Nika descubrí algo interesante, pasar la noche acompañada con alguien evitaba mis viajes al bajo astral, pero no podía depender de la gente todas las noches para evitar mis viajes.
Conseguí pasar casi tres días sin dormir, echaba pequeñas siestas de menos de veinte minutos al día para no viajar al bajo astral, pero al cuarto día  el cansancio y los cambios de humor que eso conllevaba hicieron que cayese en un profundo sueño.

Cuando desperté  ya no estaba en mi cuarto sino en aquella habitación de Farkon, por suerte el no estaba allí y eso me daba ventajas para poder esconderme en algún sitio, aun así  para mi desgracia el cansancio que padecía en mi propio plano afectaban mi rendimiento en el bajo astral, del mismo modo que había pasado días atrás con las agujetas que Farkon me había provocado en aquel cuarto.

Me mire en el espejo y de nuevo llevaba la misma ropa que la primera vez que llegue al bajo astral, pensé que el abrigo largo me impediría moverme deprisa así que lo escondí bajo la cama esperando que Farkon no lo encontrara y eso me diera aun mas ventaja, salí del cuarto, con mucho cuidado y mire a ambos lados del pasillo, aun no conocía el castillo, pues Farkon solo me había enseñado cuatro cosas.
Camine por el pasillo agudizando el oído para evitar abrir una puerta equivocada y encontrarme con el o con Rubin.
Finalmente agotada me escondí en una biblioteca, aquella biblioteca era inmensa, las librerías llegaban a rozar el techo que mediría mas de tres metros y todas ellas estaban a rebosar de libros, muchos de ellos tenían títulos en caracteres que jamas había visto, algunos tenían letras doradas, otras plateadas e incluso algunas que parecían tener vida propia.
Había cuatro grandes escritorios de madera oscura, y todos acompañados de sillones de cuero marrón muy bien cuidados.
También había grandes ventanales con un enrejado de hierro que parecía haber sido trabajado a mano y en ellos había unas repisas llenas de cojines. Seguramente a alguien de aquel castillo le gustaba sentarse en la ventana a leer hasta quedarse dormido y aquello me emociono mucho, adoraba los libros, viejos y nuevos, feos y bonitos, el olor de la tinta y el papel era como una droga para mi.

Rebusque algún libro en el que entendiera un titulo, al principio fue difícil  hasta que encontré uno de cuero granate con adornos en oro que me llamo mucho la atención  cuando fui a cogerlo aquel libro fue engullido por la librería y sustituido inmediatamente por otro, que como no, no pude entender el titulo aun así, lo cogí.
Cuando me di la vuelta para dirigirme al ventanal sentí un golpe en la nuca, me gire inmediatamente y vi otro libro tirado en el suelo, el cual parecía haberme golpeado por arte de magia, inmediatamente varios libros comenzaron a saltar de sus librerías y me atacaron, corrí a esconderme debajo de uno de los escritorios cuando la puerta se abrió de golpe.
Desde mi posición solo pude ver unas botas de cuero negras con unos tacones de vértigo  me quede inmóvil  casi aguantando la respiración  hasta que un libro cayó a mi lado haciendo un un ruido ensordecedor y del susto salte golpeándome la cabeza.

- ¡Aja, te pille! Dijo una voz femenina risueña, asomando una larga cabellera por debajo de la mesa. Era Yurban que sonreía y se reía de mi mientras me tendía la mano para ayudarme a salir de debajo del escritorio. - ¿Cual ha sido esta vez? ¿El volumen primero de la nigromancia, o el gran libro de los secretos? Yo la mire extrañada mientras me frotaba el golpe en la cabeza. - Tranquila, esta biblioteca tiene vida propia, y no le gustan los extraños, así que juega a esconder libros y atacar con otros. Dijo mientras me ordenaba el pelo revuelto.
- Era un libro negro y grueso. ¿Y como es eso de que tiene vida propia, quieres decir que esta hechizada? Pregunte sentándome en el sillón de cuero sin dejar de mirarla fijamente. - Algo así,  pero hay un libro que te explicara exactamente lo que son los objetos con vida propia, eso si, tendrás que aprender a lidiar con la biblioteca para encontrarlo. A mi no me gusta leer, ni me gusta la biblioteca ni yo a ella, pero después de hacer añicos varios libros ha decidido no atacarme mas.

Sonreí con cierta malicia, Yurban fue entonces la que me miro extrañada. - Creo que se la manera de hacer que te guste leer. Antes vi un libro y creo que es uno escrito por mi, pero al parecer aquí esta escrito del todo, pero la biblioteca parece que no quiere que lo lea, aunque quizás  si te dejara leerlo a ti, podríais llegar a ser amigas. Dije con rintintin mirando varios de los estantes, de pronto aquel libro granate salio volando hasta caer en la mesa. - Mmm creo que ya se como empezar a llevarme bien con ella. Dije tendiendo el libro a Yurban que lo cogió con mucha delicadeza. - ¿En serio lo escribiste tu?

- Mira lo que pone abajo. Dije señalando unas pequeñas y graciosas letras doradas que ponían  Cyliam. - ¿De verdad puedo leerlo? Pregunto Yurban mientras examinaba las letras acariciándolas con un dedo y abriendo el cierre metálico del libro. - Claro, consideralo un regalo de amistad. Tu has sido la única que se preocupo por mi y esto es por ahora lo menos que puedo hacer. Yurban me estrecho en un abrazo en el que sentí que cada uno de mis huesos se iba a romper, pero no me queje y observe tras eso como ella se marchaba mas contenta que unas pascuas.

- Por cierto, sera mejor que no salgas de aquí  Farkon te esta buscando y tiene un cabreo impresionante. Dijo justo antes de cruzar el umbral de la puerta y cerrarla tras de si.