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viernes, 14 de febrero de 2014

Defiendete del nuevo universo

Cotillee en el armario buscando algo de ropa para ponerme, había varios conjuntos, algunos muy interesantes pero la gran mayoría no eran de mi estilo. Muchas de las prendas eran transparencias y aunque allí no hacia frió no me parecía lo mas apropiado de vestir.
Me senté en la cama y respire profundamente mientras mi mente comenzaba a dibujar aquel abrigo blanco que tanto me gustaba, después la camiseta negra y finalmente los short, sin olvidarme de las botas claro.

Baje hasta el primer piso desubicada, había momentos en los que olvidaba donde quedaba cada lugar y cada habitación, intente preguntar a los sirvientes que iban de lado a lado pero o no me contestaban o simplemente emitían gruñidos incomprensibles.
Fue entonces cuando Yurban me sorprendió, grite como loca y me lleve la mano al pecho, dos sustos en a penas unas horas, el corazón se me iba a salir por la boca pero Yurban con una risa nerviosa hizo que me tranquilizara.

- ¿Estas muy sensible? Escuche tu grito antes desde las mazmorras. Pregunto divertida. Me lleve las manos a la cara y me frote los ojos.
- Tensa mas bien, tengo una resaca terrible y bueno, algo sensible si que me siento. He quedado con tu padre en la biblioteca pero se me olvido preguntar en cual antes de que desapareciese. La cabeza me iba a estallar y me daba vergüenza preguntar si allí existían las aspirinas o algo similar.
- Creo que tenia que enviar algunas cartas, pero creo que se refería a la biblioteca de aquí abajo. Te llevare un ungüento para tu resaca y una infusión, aunque no puedo prometer que no te resulte asqueroso.

Camine hasta la biblioteca y allí estaba el, Chris rodeado de varias pilas de libros y varios tinteros con plumas. Salude con la mano y me acerque algo temerosa hasta el intentando descifrar los títulos de los lomos de los libros. - ¿De que querías hablar? Pregunte tímidamente aun de pie frente a la amplia mesa.
- De nada en general niña, pero supongo que tu si tendrás dudas y aunque tengo mucho trabajo pendiente no me importa que me acompañes para poder resolverte esas dudas. A penas levanto la cabeza de sus libros dos veces para mirarme y a continuación hizo que uno de los sillones se arrastrara en silencio hasta mi y me invito a sentarme en el.

Aquel truco me gusto, mover cosas con la mente, siempre había querido aprender a usar la telequinesis. Como de costumbre mi mente se fue a fantasear, aunque pude notar como Chris me observaba con las cejas enarcadas. Rápidamente me senté y le mire tímidamente sin saber muy bien que decir.

- Niña, ¿alguna vez has peleado cuerpo a cuerpo con alguien? Pregunto el enfrascado en su escritura.
- Bueno, nos están enseñando judo en el colegio pero solo lo básico, así que supongo que no.
- ¿Nunca te peleaste con los demás niños de clase? Esta vez me miraba incrédulo.
- No. Respondí escuetamente. - En realidad yo era la que recibía los golpes y corría llorando a los profesores. Sentí como las mejillas se me encendieron, contar aquellas cosas me avergonzaba, siempre me mostraba como una chica valiente, defensora de los mas débiles, pero en realidad yo era la débil que nunca tenia quien la defendiese.
- Entonces yo te enseñare a defenderte y a pelear. Este lugar es peligroso y lo sabes, pero tu plano... los humanos sois crueles por naturaleza y en eso los dioses tiene la culpa, les preocupa mas batallar contra los demonios que proteger a los humanos. Esa era su misión al principio de los tiempos, vosotros erais el campo de batalla donde dioses y demonios dirigían a los humanos hacia el buen o mal camino. Así siempre permanecía un equilibrio de poder entre ambos planos. Los demonios fueron ganando fuerza a medida que los dioses se preocupaban de si mismos. A veces, solo a veces se interesan por los humanos, claro que solo cuando hay magia antigua por delante, ese es vuestro caso, los guardianes.

Yo escuchaba atentamente lo que Christhopher me iba contando. Iba memorizando fragmentos de su relato y encajando piezas en lo que ya había visto de mi propio plano.

- ¿Y porque me han traído aquí los demonios?
- Veras, cuando Mazenda nos contó el despertar de los cuatro guardianes, supimos que tarde o temprano los dioses usarían ese poder en su provecho. Eso alteraría por completo el equilibrio y temimos por los humanos los cuales serian los primeros en sufrirlo. Así que tu, que habías despertado incluso antes que ellos eras la mas poderosa, por eso queríamos tenerte aquí, protegida de los dioses.

Solté una tremenda carcajada que fue acompañada por un libro que se estrello contra mi frente. Aullé de dolor y le devolví el libro a la estantería con fuerza.

- ¡¡Ya basta. Ambas!! Grito Chris haciendo que los libros de las estanterías temblaran.
- Si el protegerme incluía que me trataran como a una maldita fulana no quiero saber lo que supondría atacarme. Dije cruzándome de brazos y arrugando los labios enfadada.

- Eso no estaba en mis planes y deberías olvidarle. No hay que remover el pasado. Lo importante es que ahora que estoy aquí puedo ayudarte y prometo que no te pasara nada. Hoy te enseñare a pelear y mañana me gustaría llevarte a conocer una zona muy especial, supongo que no conoces como es este plano pero, aprenderás con el tiempo. Dijo con aires de superioridad mientras se levantaba de su asiento y me tendía la mano para acompañarme fuera de la biblioteca. - Solo te diré una cosa, esto es como tu propio plano, de echo, esto es un universo completo, estas en un planeta, en una gran isla y tenemos continentes, archipiélagos, islas pequeñas, mares y océanos, ríos y montañas y también llueve y nieva y hay sequías. Tenemos lunas, soles y constelaciones y muchos planetas habitados por mas demonios y criaturas horribles. Igual que en tu mundo no hay un limite en la inmensidad del universo, aquí tampoco lo hay. Un gran libro negro voló sobre nuestras cabezas hasta detenerse sobre mis manos, era enorme, y cuando digo enorme es que casi era tan ancho como mi cabeza, debía tener como cinco mil paginas por lo menos.

- Nos veremos tras la comida, en el patio a eso de las cinco. Finalizo empujándome fuera de la biblioteca y cerrando la puerta con prisas.

Yurban apareció con una bandeja y una sonrisa de oreja a oreja. - ¿Ya terminasteis?  Yo asentí con la cabeza mirando aun incrédula el libro. - Vaya, lo siento, pensé que había tardado menos. Bueno, vamos al comedor y me cuentas y así le echamos una mirada a esa resaca tuya.