- Este es mi cuarto. Dije
apresuradamente llevando la mano al pomo. En ese momento el Rey planto una mano
justo en la puerta. - ¿A qué se debe tanta prisa?
Intente escaparme hacia el otro lado
y de pronto su otra mano me freno el paso, sus dos manos me acorralaban. Sentí
que mi corazón se disparaba, lo había sabido desde el principio, esa aura tan
oscura y fría no traía buenas nuevas. - Después de tanto tiempo, por fin
conozco a una guardiana y tu ¿Pretendes huir ya?
Mil maldiciones, había sido más
rápido que yo, o yo mas idiota que nunca, si sospechaba de él debía haberme
negado a que el me acompañara. - Eres realmente una joya digna de admirar, una
joya única, Hasta ahora nunca un guardián había acabado trabajando de nuestro
lado y he de decir que el que sea una guardiana en lugar de un guardián es algo
que me congratula.
No era capaz de escuchar lo que
decía, simplemente me encogí intentando nuevamente escapar de él, pero no
funciono fue rápido y de nuevo me vi atrapada entre la espada y la pared nunca
mejor dicho, sus amplios brazos eran ahora como los barrotes de una prisión, el
era la espada y la pared, pues era la pared, ¿qué sino iba a ser? Mi estúpida ingenuidad,
el dar segundas oportunidades a los demás, ser incapaz de decir no ¿Porque me
costaba tanto? ¿Por qué maldita sea siempre me portaba con modales?
A lo lejos escuchamos unos pasos, a
punto estuve de gritar cuando la mano del Rey me acallo. - Si gritas acabaras
muy mal.
Se acerco a mí dejando libres mis
labios y respiro suavemente sobre mi oreja. - Mantén la calma y no pasara nada.
Susurro.
Los pasos eran cada vez más
cercanos, una risotada me descubrió de quien se trataba, era Rubin. Gire la
cabeza y allí estaba, acompañado de una mujer que no conocía, ambos nos miramos
y en ese momento la expresión risueña de Rubin se torno más oscura.
- Espera aquí. Dijo a su
acompañante, o al menos eso me pareció entender, camino raudo hacia nosotros
hasta poner una mano sobre el hombre del Rey. - Oye tú, ¿Quien te crees que....
Mis disculpas, Majestad, no sabían que erais vos.
- Dudo mucho que haya alguien que
vista como yo, no pareces ser tan atento como creía. Ladro a Rubin. - Pido
disculpas Majestad, no volverá a ocurrir, lo juro. Pero Rubin no dejaba de
mirarme, creo que vio en mi rostro una expresión de pánico que no le agrado. Se
dio media vuelta y bufó atrapando del brazo a su acompañante arrastrándola
hacia el lado contrario del pasillo.
- Bien, parece que este no es buen
sitio para hablar, entremos entonces, así podremos conocernos mejor.
"- Oh dios mío, oh dios
mío-" Pensaba mientras entraba a empujones delante del maldito Rey. - Vera
señor, Majestad, pero me encuentro bastante cansada, y mareada, y desearía
poder descansar, me gustaría poder charlar con usted pero creo que todo lo que
yo diga sonara a sin sentido. El ataque de verborrea se mostraba por momentos,
quizás era la forma de escapar de esa trampa.
El Rey rio a carcajadas y
directamente se abalanzo sobre mi plantándome un beso en la boca y atrapándome
las muñecas con fuerza. - En verdad no era ese tipo de conocimiento el que yo
anhelaba conseguir. Intente gritar otra vez pero en vez de ser una mano la que
me silenciara fueron los labios del demonio, patalee y ahogue mis gritos en sus
labios hasta que la puerta del dormitorio se abrió de golpe con gran estruendo.
- ¡¡Cyliam!! Chris miro atónito con
los ojos abiertos como platos. - Lo siento, no, yo, esto lamento molestaros. La
expresión del Rey se volvió más oscura que la noche. - Estoy hasta los
mismísimos de que tú y los tuyos me incordien. Ladro al acongojado Chris que no
hacía más que inclinar la cabeza pidiendo disculpas.
Note que la fuerza sobre mis muñecas
ya no era la misma, le di un manotazo al dichoso demonio y salí corriendo a
refugiarme entre los brazos de Chris. - Yo no quiero que ningún demonio me
vuelva a tocar nunca más, yo, yo... Christhopher quiero que tú seas mi
protector y que tan solo tú puedas abrazarme. Rompí a llorar sobre el pecho de
Chris sintiendo como su mano acariciaba suavemente mi cabeza. - Descuida pequeña,
así será. Alzo mi barbilla y sonrió tiernamente. - Pero para eso, habremos de
hablar seriamente. Dijo besándome la frente con cariño. - Lo siento mucho
Majestad, pero...
El Rey había levantado la mano. - No
digas nada, me alegra. Pensaba que no tenia sentimientos, que era incapaz de
decir que no pero ya veo que aunque de malas maneras ha aprendido la lección.
Niña tonta, si no deseas que ningún otro demonio te mancille, no te calles tu
opinión y lucha hasta al final, quizás pierdas pero si pierdes sabrás que diste
todo por ti. ¿Lo has entendido? Deja de ser una mojigata facilona y espabila.
En fin, volveré a la fiesta, seguro que alguna de las invitadas le apetece...
ya sabes...
- Me has sorprendido niña. Dijo
Chris abrazándome con fuerza contra él. - Mira que eres boba. Golpeo mi frente
con su índice. - Siempre tenemos que andar salvándote el culo. Su mano azoto mi
trasero lo que inevitablemente hizo que yo le cruzara la cara de un bofetón. -
¡Au! pensaba decir que no me importaría salvar ese culo todos los días, pero
creo que me lo pensare la próxima vez. Parecía molesto, tanto que no tardo un
segundo en dirigirse a la puerta con intención de irse. - No te vayas. Dije
atrapándole del brazo. - Lo siento, no quería hacerlo pero, me salió así.
Chris se carcajeo apretándome las
mejillas. - Eres muy tonta y muy inocente, creo que por eso me encantas. Le
mire embobada, sabía que mis labios ahora mismo estarían como uno de esos
peces, poniendo morritos y era incapaz de desviar la mirada de los labios de
Chris, algo dentro de mi insistía en que necesitaba un beso que calmara aquella
ansiedad en mi. Estábamos tan cerca que parecía ser sencillo, me acerque y
apoye mis manos sobre su pecho buscando su mirada con la mía esperando que
entendiera el mensaje, y así lo hizo, lentamente se acerco a mí y deposito un
beso suave y limpio sobre mis labios. - Me alegra que ya estés mejor. Nos
abrazamos sintiendo como nuestros corazones se sincronizaban, ahora ambos
parecíamos estar calmados.
- ¿Te ayudo a quitarte el vestido? Prometo
no mirar. Ambos nos sentamos en la cama, yo de espaldas a él dejando que
soltara los corchetes del vestido, era raro, no eran botones ni tampoco
cremallera, pero he de admitir que un vestido con corchetes acaba pareciendo
una prenda sin costuras de ningún tipo.
Alguien llamo a la puerta y Chris
dio paso a quien estuviera esperando allí. - ¿Está bien? Pregunto una voz ronca
que llamo mi atención. Me gire y vi algo que realmente me dejo totalmente
noqueada, un Rubin totalmente desgarbado, sin camisa que se abotonaba los
pantalones, tenía el pelo muy revuelto y sudado y una expresión de agotamiento.
¿Qué le había pasado con aquella mujer? ¿O es que se había peleado con el Rey?
- Este bien, gracias por avisarme hijo. Respondió alegremente Chris a un curiosamente
y sospechoso Rubin que sonreía ampliamente. Cuando la puerta se cerró no pude
evitar mirar a Chris con dudas.
- ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
Pregunto él con cierto tono asustado.
- No, pero Rubin, estaba... raro...
¿Él y esa mujer...?
- Ahh, lo dices por Rubin. Niña
tonta, es un adulto, tiene todo el derecho del mundo a llevar a su cama a quien
guste, no sé por qué te parece raro... Inocente. Dijo golpeándome de nuevo la
frente. - Algún día tú serás una mujer y harás lo mismo.
Me cruce de brazos enfadada. - Yo
nunca me acostaría con un desconocido si es lo que insinúas.
- No me digas que de pronto te esta
apretando la madurez, si estas en plena edad de querer buscar novios a patadas.
- Yo no soy como las otras, no soy
una facilona y nunca lo seré. De nuevo sentía ganas de pegarle, gritarle y
desaparecer de ese maldito mundo lleno de demonios.
- Pues yo pensaba que tú querías...
ya sabes... tú y yo, se supone que nos gustamos ¿no?
- Mejor dejémoslo. Gruñí, aunque
algo de razón tenía Chris. En mi interior parecía haberse despertado un extraño
sentimiento ¿Quizás estaba dejando de ser una niña para convertirme en una
mujer? ¿Pero cómo podía estar pensando en eso si tan solo tenía quince años?
Está claro, aquellas dos copas de vino había hecho estragos en mi cabeza, si,
aquella era la respuesta verdadera a mis dudas.