A partir de aquel día, el del baile, todo empezó a cambiar, Farkon
había dejado de molestarme e incluso se mostraba amable conmigo, lo cual no
solo me llamaba mi atención, sino los demás, quizás el temor a una reprimenda
paterna le había hecho cambiar de idea.
Rubin era un caso aparte, tanto para mí
como para el resto, su vida era suya y rara vez tenía en cuenta a quien le
rodeaba, vivía para trabajar o para seguir los pasos de su padre, viajaba al
castillo del Rey de seguido, se entrevistaba con demonios en un despacho propio
alejado de los dormitorios de los demás, en fin, vivía en una realidad paralela
a todos.
Yurban por su parte cada día se mostraba
mas... feliz, ya no era aquella oscura diablesa que odiaba a la humanidad y a
los suyos, había comenzado a mostrar sentimientos, uno de ellos era la lectura,
sin duda verme leer día tras día le llamaba la atención y había convertido los
libros en una de sus nuevas aficiones, los comentarios femeninos eran otro
aquel, se notaba la falta de una madre en aquella diablesa y tener una mujer
con la que compartir sus dudas y sentimientos había hecho que ella cambiara por
completo. Aunque algunos de sus comentarios para mi eran… vergonzosos y
pudorosos, pero era divertido en parte que ella comentara ciertos asuntos que quizás
algún día me tocaran vivir a mí.
En cuanto a Christhopher, no sabría como
explicar nuestra relación, el era un demonio y yo una humana, me superaba en
edad y experiencia, algo así como ¿quinientos años siglo arriba, siglo abajo?
es muy raro darse cuenta de esa diferencia y cada vez que lo pensaba más
extraño se me hacía, pero tampoco éramos una pareja normal, el dedicaba gran
parte de su tiempo a su trabajo, papeles, manuscritos, firmas, gestionar su
terreno y mientras tanto, yo me paseaba por el castillo, leía algún libro de la
biblioteca o me entrenaba en el patio con Farkon ya que él era el único que parecía
tener tanto tiempo libre como yo.
- ¿Qué te pasa? Te noto dispersa hoy.
Pregunto Farkon apuntándome con una bola de fuego. Sacudí la cabeza mirándolo
atontada. - No sé, es raro, me siento rara. La bola de fuego se extinguió sobre
la mano del demonio el cual se acerco a mí mirándome muy de cerca. - Quizás estés
preñada. Sonrió sádicamente. Me quede nuevamente en blanco, estúpidamente me
lleve una mano al vientre y mire hacia abajo para después gruñir y empujar a
Farkon. - Deja de intentar molestarme con esas cosas y de jugar con mi mente.
Se carcajeo de mí y me abrazo fuertemente contra él. - Mi padre dice siempre
que eres una niña tonta y aunque tiene cierta razón es muy cómico hacerte
enfadar.
Se separo de mí inclinándose hasta cruzar
la mirada conmigo y agarrándome de los hombros su gesto se torno serio. - Aun así.
Pauso acercando su rostro al mío. - Puede pasar Cyliam, creo que lo sabes pero
aun te cuesta reconocerlo, en cualquier momento puede crecer algo en tu
interior y esto ya no es una broma, lo digo muy seriamente. Me empujo
suavemente hasta uno de los bancos de piedra haciéndome sentar casi de golpe,
acuclillándose ante con los brazos apoyados sobre mis rodillas mi siguió dándome
la charla. - Físicamente, tu cuerpo físico, no tendría cambios, pero podrías
sentir los efectos ya sabes, nauseas, cambios térmicos e incluso hormonales.
¿Porque me contaba aquello? ¿A caso Chris
le había contado algo que yo no sabía? - ¿Porque me cuentas todo esto? Le
pregunte con voz nerviosa.
- Prevención, No tiene porque pasar nada,
pero, ¿y si pasa? Estas cosas ya han pasado antes, brujitas que se juntan con
demonios y acaban con mestizos. No tengo nada en contra de los mestizos pero no
siempre sale bien, la gran mayoría de humanas acaban enloqueciendo. Se sentó a
mi lado pasando un brazo por encima de mis hombros, mi mente de nuevo en blanco
divagaba. Había leído algunas de esas cosas, humanos y demonios no podían
relacionarse físicamente, los cuerpos humanos no solían aguantar ese tipo de
embarazos demoniacos, enloquecían a las mujeres haciéndolas llegar al borde del
suicidio, muchas de ellas acaban así y las que corrían mejor suerte acababan
desquiciadas por tener hijos deformes, hacia cientos de años que se había
impuesto la prohibición de las relaciones físicas con humanos, pero no con
humanos en su forma astral y aun así no siempre salía como debería ser, un
cuerpo astral se nutre no solo de magia sino de su propio contenedor físico, es
decir de Carla, ese era mi contenedor físico. - ¿Sigues ahí? Farkon me zarandeo
para hacerme volver de nuevo. - El no me haría eso ¿Verdad? Sentía angustia de
solo pensarlo.
- Quien sabe, por eso se llaman
accidentes. Aunque... supongo que no, te valora demasiado como para ponerte en
riesgo con una cosa así. No tendrías que preocuparte y yo... debería cerrar la
boca más a menudo para no cagarla de continuo. Me sonrió y me revolvió el pelo
como si fuera una niñita pequeña. - Perdona que te haya asustado. Volvamos a
entrenar y olvidemos el asunto.
Aun así daba que pensar toda aquella
charla, yo era una especie de invitada en aquel mundo, pero Chris parecía
haberse encariñado conmigo y la mente de un demonio es mucho más perversa de lo
que una simple humana como yo pudiera pensar. Que pasaría si... ¿Chris me
traicionara de tal manera solo para retenerme a su lado de por vida? - ¿Insinúas
que Chris y yo... ya sabes, hacemos eso? Dije con voz acobardada ante la mirada
tensa que Farkon había clavado en mí.
- No insinuó, pronostico lo que pasara
tarde o temprano. Eres guapa e inteligente y el siente un aprecio hacia ti que
no había visto jamás y menos con una humana. Pero si mi padre se ha enamorado
de ti yo no seré quien se interponga, solo quiero que tu no pierdas la cabeza,
no lo olvides, somos demonios y tu aunque aquí seas un ser astral no dejas de
ser una humana, sois frágiles y no me refiero a cuerpo, que también, sino a
vuestra mentalidad. Camino en dirección a la puerta del castillo como para irse
pero justo antes de cruzar el portón se giro y me miro. - Piensa a quien vas a
entregar tu corazón. Y recuerda que ante todo eres una mujer que tendrá hormonas
y sentirá esa llamada, a todas os pasa, igual que a nosotros y a todos los
hombres, para eso no hay distinción de razas, demonios o dioses, humanos o espíritus…
Mientras el desaparecía yo me quede sentada
en aquel banco de piedra con demasiadas cosas en las que pensar. Farkon no había
mencionado ni por un momento que entregar tu cuerpo a un demonio fuera grave, a
fin de cuentas, yo había perdido ese combate tiempo atrás contra él y no me había
supuesto ningún dolor, tan solo gran ira y vergüenza, pero entregarle el corazón
a alguien... ¿podría estar enamorada y estar dispuesta a entregar mis
sentimientos a un demonio al que tan solo podía ver en mis viajes astrales? Mi
mente se quedo en blanco, en realidad mi vida estaba en blanco como cuando un
folio en blanco espera que comiences a escribir un nuevo capítulo.
Aunque el miedo me invadía y cada vez lo tenía
más claro, debía huir de allí cuanto antes, nunca debí confiarme, los demonios
son pura maldad, aunque ellos muestren un rostro amable, en su miasma esta su
malicia. Suspire mirando al cielo despejado. Si, debía hacerlo debía irme
cuanto antes, sin mirar atrás, sin pensarlo una sola vez. Antes de que
sucediera lo que según Farkon era inevitable tenía que hallar la manera de
huir.