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jueves, 3 de septiembre de 2015

La vie en blanc

A partir de aquel día, el del baile, todo empezó a cambiar, Farkon había dejado de molestarme e incluso se mostraba amable conmigo, lo cual no solo me llamaba mi atención, sino los demás, quizás el temor a una reprimenda paterna le había hecho cambiar de idea.
Rubin era un caso aparte, tanto para mí como para el resto, su vida era suya y rara vez tenía en cuenta a quien le rodeaba, vivía para trabajar o para seguir los pasos de su padre, viajaba al castillo del Rey de seguido, se entrevistaba con demonios en un despacho propio alejado de los dormitorios de los demás, en fin, vivía en una realidad paralela a todos.
Yurban por su parte cada día se mostraba mas... feliz, ya no era aquella oscura diablesa que odiaba a la humanidad y a los suyos, había comenzado a mostrar sentimientos, uno de ellos era la lectura, sin duda verme leer día tras día le llamaba la atención y había convertido los libros en una de sus nuevas aficiones, los comentarios femeninos eran otro aquel, se notaba la falta de una madre en aquella diablesa y tener una mujer con la que compartir sus dudas y sentimientos había hecho que ella cambiara por completo. Aunque algunos de sus comentarios para mi eran… vergonzosos y pudorosos, pero era divertido en parte que ella comentara ciertos asuntos que quizás algún día me tocaran vivir a mí.

En cuanto a Christhopher, no sabría como explicar nuestra relación, el era un demonio y yo una humana, me superaba en edad y experiencia, algo así como ¿quinientos años siglo arriba, siglo abajo? es muy raro darse cuenta de esa diferencia y cada vez que lo pensaba más extraño se me hacía, pero tampoco éramos una pareja normal, el dedicaba gran parte de su tiempo a su trabajo, papeles, manuscritos, firmas, gestionar su terreno y mientras tanto, yo me paseaba por el castillo, leía algún libro de la biblioteca o me entrenaba en el patio con Farkon ya que él era el único que parecía tener tanto tiempo libre como yo.

- ¿Qué te pasa? Te noto dispersa hoy. Pregunto Farkon apuntándome con una bola de fuego. Sacudí la cabeza mirándolo atontada. - No sé, es raro, me siento rara. La bola de fuego se extinguió sobre la mano del demonio el cual se acerco a mí mirándome muy de cerca. - Quizás estés preñada. Sonrió sádicamente. Me quede nuevamente en blanco, estúpidamente me lleve una mano al vientre y mire hacia abajo para después gruñir y empujar a Farkon. - Deja de intentar molestarme con esas cosas y de jugar con mi mente. Se carcajeo de mí y me abrazo fuertemente contra él. - Mi padre dice siempre que eres una niña tonta y aunque tiene cierta razón es muy cómico hacerte enfadar.

Se separo de mí inclinándose hasta cruzar la mirada conmigo y agarrándome de los hombros su gesto se torno serio. - Aun así. Pauso acercando su rostro al mío. - Puede pasar Cyliam, creo que lo sabes pero aun te cuesta reconocerlo, en cualquier momento puede crecer algo en tu interior y esto ya no es una broma, lo digo muy seriamente. Me empujo suavemente hasta uno de los bancos de piedra haciéndome sentar casi de golpe, acuclillándose ante con los brazos apoyados sobre mis rodillas mi siguió dándome la charla. - Físicamente, tu cuerpo físico, no tendría cambios, pero podrías sentir los efectos ya sabes, nauseas, cambios térmicos e incluso hormonales.

¿Porque me contaba aquello? ¿A caso Chris le había contado algo que yo no sabía? - ¿Porque me cuentas todo esto? Le pregunte con voz nerviosa.

- Prevención, No tiene porque pasar nada, pero, ¿y si pasa? Estas cosas ya han pasado antes, brujitas que se juntan con demonios y acaban con mestizos. No tengo nada en contra de los mestizos pero no siempre sale bien, la gran mayoría de humanas acaban enloqueciendo. Se sentó a mi lado pasando un brazo por encima de mis hombros, mi mente de nuevo en blanco divagaba. Había leído algunas de esas cosas, humanos y demonios no podían relacionarse físicamente, los cuerpos humanos no solían aguantar ese tipo de embarazos demoniacos, enloquecían a las mujeres haciéndolas llegar al borde del suicidio, muchas de ellas acaban así y las que corrían mejor suerte acababan desquiciadas por tener hijos deformes, hacia cientos de años que se había impuesto la prohibición de las relaciones físicas con humanos, pero no con humanos en su forma astral y aun así no siempre salía como debería ser, un cuerpo astral se nutre no solo de magia sino de su propio contenedor físico, es decir de Carla, ese era mi contenedor físico. - ¿Sigues ahí? Farkon me zarandeo para hacerme volver de nuevo. - El no me haría eso ¿Verdad? Sentía angustia de solo pensarlo.

- Quien sabe, por eso se llaman accidentes. Aunque... supongo que no, te valora demasiado como para ponerte en riesgo con una cosa así. No tendrías que preocuparte y yo... debería cerrar la boca más a menudo para no cagarla de continuo. Me sonrió y me revolvió el pelo como si fuera una niñita pequeña. - Perdona que te haya asustado. Volvamos a entrenar y olvidemos el asunto.

Aun así daba que pensar toda aquella charla, yo era una especie de invitada en aquel mundo, pero Chris parecía haberse encariñado conmigo y la mente de un demonio es mucho más perversa de lo que una simple humana como yo pudiera pensar. Que pasaría si... ¿Chris me traicionara de tal manera solo para retenerme a su lado de por vida? - ¿Insinúas que Chris y yo... ya sabes, hacemos eso? Dije con voz acobardada ante la mirada tensa que Farkon había clavado en mí.

- No insinuó, pronostico lo que pasara tarde o temprano. Eres guapa e inteligente y el siente un aprecio hacia ti que no había visto jamás y menos con una humana. Pero si mi padre se ha enamorado de ti yo no seré quien se interponga, solo quiero que tu no pierdas la cabeza, no lo olvides, somos demonios y tu aunque aquí seas un ser astral no dejas de ser una humana, sois frágiles y no me refiero a cuerpo, que también, sino a vuestra mentalidad. Camino en dirección a la puerta del castillo como para irse pero justo antes de cruzar el portón se giro y me miro. - Piensa a quien vas a entregar tu corazón. Y recuerda que ante todo eres una mujer que tendrá hormonas y sentirá esa llamada, a todas os pasa, igual que a nosotros y a todos los hombres, para eso no hay distinción de razas, demonios o dioses, humanos o espíritus…

Mientras el desaparecía yo me quede sentada en aquel banco de piedra con demasiadas cosas en las que pensar. Farkon no había mencionado ni por un momento que entregar tu cuerpo a un demonio fuera grave, a fin de cuentas, yo había perdido ese combate tiempo atrás contra él y no me había supuesto ningún dolor, tan solo gran ira y vergüenza, pero entregarle el corazón a alguien... ¿podría estar enamorada y estar dispuesta a entregar mis sentimientos a un demonio al que tan solo podía ver en mis viajes astrales? Mi mente se quedo en blanco, en realidad mi vida estaba en blanco como cuando un folio en blanco espera que comiences a escribir un nuevo capítulo.


Aunque el miedo me invadía y cada vez lo tenía más claro, debía huir de allí cuanto antes, nunca debí confiarme, los demonios son pura maldad, aunque ellos muestren un rostro amable, en su miasma esta su malicia. Suspire mirando al cielo despejado. Si, debía hacerlo debía irme cuanto antes, sin mirar atrás, sin pensarlo una sola vez. Antes de que sucediera lo que según Farkon era inevitable tenía que hallar la manera de huir.