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jueves, 5 de diciembre de 2013

Ojos negros


A la mañana siguiente la luz se colaba por el amplio ventanal y la cabeza me dolía como si estuvieran atravesando un centenar de clavos en las sienes. Me escondí bajo las sabanas y refunfuñe de mala manera, la puerta se abrió y escuche algún susurro entre dos mujeres, bandejas que se posaban en el escritorio y sonidos de cristal, me asome y vi que era el desayuno.

Era una bandeja plateada, había una jarra de porcelana y una taza a juego de la que salia un humillo, una copa dorada y lo que parecían unos panecillos recién salidos del horno. Al final no tuve mas remedio que levantarme, pero lo que era desayunar... de eso no tenia ganas, el estomago me daba vueltas y cada cinco minutos me daban arcadas, abrí la puerta y para mi sorpresa allí estaba un sonriente Chris, pero no fue su sonrisa lo que me llamo la atención.

Grite como una descosida a lo que el respondió con un respingo tapándose los oídos y balbuceando algo que no entendí. - ¡¡Tus, tus ojos son negros!! El me atropello y se acerco hasta el espejo del armario, supongo que blasfemo y maldijo todo lo presente en algún extraño idioma que empezaba a acostumbrarme a escuchar. Casi salio corriendo de mi dormitorio y yo lo seguí hasta que se dio la vuelta y casi a gritos me mando que me quedara donde estaba.
Intente asomarme cuando cruzo la puerta de su dormitorio pero me cerro la puerta de golpe en las narices, unos minutos después salio cerrando tras de si y se inclino sonriente hasta que nuestras narices se rozaron. - ¿Así mejor? Me pregunto. - Si, pero no hace falta que te acerques tanto. Conteste incomoda apartándome.

- Vaya, no pensé que te haría sentir incomoda. ¿Has desayunado ya?
Negué con la cabeza y me frote la frente con la mano. - No me encuentro demasiado bien, tengo el estomago revuelto y me duele la cabeza mucho.
- Normal, espero que al menos hayas dormido bien ¿Te gusta la decoración? Me dijeron que cuando llegaste vestías de blanco e imagine que era tu color favorito.
Por alguna extraña razón estaba comenzando a hacerme sentir incomoda, me encogí de hombros y le mira desconcertada. - Pues... no esta mal, muy femenina supongo. ¿Que te paso en los ojos?
- No es nada, solo estrés, no tendrías que preocuparte de eso. Dijo arrastrándome de la mano hasta mi cuarto y sentándome frente al desayuno. - Come, te sentara bien, y por cierto, perdona al inútil de mi hijo, aunque si me gustaría que tu me contaras los detalles de tu odisea.

Me gire y le mire de mala gana. - No es que me apetezca hablar del cerdo que tienes por hijo y de las muchas vejaciones que me ha hecho. Conteste con malas formas.
- Y yo que pensaba que eras una inocente criatura, tímida y poco contestona, pero veo que por fin te comportas como tu misma. No me agrada que me contesten con esas maneras y si crees que mi hijo es lo peor que puedes encontrarte aquí estas muy equivocada, no tolero que mis hijos me contesten ni pienso consentírtelo a ti. Esta vez lo dejaremos pasar, comprendo que hoy te sientas enferma pero esta sera la primera y ultima vez que me hables de esa manera, ahora empieza a desayunar o no comerás en todo el día.

Grite golpeando la mesa enfadada, todos me mandaban, ordenaban y maltrataban y yo no podía si quiera defenderme, era frustrarte y me sentía indignada, seguro que hasta protestar estaba mal visto, en realidad sabia que estaba mal visto por como me estaba apuñalando con la mirada. - ¿De verdad que eres un dios? ¿Como tienes hijos demonios si eres un dios? Pregunte mientras acercaba la nariz a la taza de porcelana, te con leche, que guarreria, al menos podían poner café o chocolate.

- Misterios de la vida. Farkon y Rubin son adoptados. Sus padres les vendieron cuando eran unos niños, parecían tener madera de soldados y fueron a parar a una academia de entrenamiento, cuando yo necesite protección para Yurban fui a la academia y me los recomendaron. Yurban es hija mía.

Y tanto que misterios de la vida, me sentía noqueada, le mire boquiabierta mientras intentaba beber el zumo de la copa dorada y comer alguno de los bollos. - Pero... no lo entiendo ¿Y su madre?
- Murió, hace mucho. Contesto con brevedad. - Antes de que se me olvide, no me gusta que la gente entre en mi aposento sin mi permiso, espero no encontrarte nunca husmeando mis cosas. Dijo en un suave susurro apoyando su barbilla en mi hombro, tras eso dejo caer un beso sobre mi mejilla y sonrió. - Debo hacer algunas cosas, mas tarde nos veremos en... ¿Te parece bien la biblioteca?

Asentí con la cabeza y me despedí con la mano mientras el cruzaba la puerta. Salí corriendo al recordar que no sabia a que biblioteca se refería pero para mi sorpresa cuando iba a pronunciar su nombre ya no había rastro de nadie en aquel pasillo, me quede pasmada a la vez que asustada, realmente era incapaz de comprender muy bien, si Chris era un dios... ¿porque estaba en el bajo astral y no en el alto?

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