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martes, 6 de agosto de 2013

Prisionera


Me acerque al armario y abrí las puertas de par en par esperando encontrar mi ropa o algo mas cómodo que ponerme, pero para mi sorpresa el armario estaba vació y por no haber no había ni una miserable camisa.

Estaba claro que Farkon lo había hecho adrede para que me viera obligada a usar la magia para poder vestirme, pero en aquel momento mi mente se encontraba demasiado dispersa como para pensar en un modelito, salte sobre la cama y me quede cruzada de piernas refunfuñando mientras intentaba esbozar la ropa en mi mente, era necesario que me concentrara o podrían pasar cosas malas y vergonzosas, de lo que si estaba segura es que ese día me apetecía llevar unos vaqueros acampanados, fue sencillo imaginarlos sobre mi y poco después pude notar la tela sobre mis muslos.

Después dibuje una camiseta negra, muy sencilla de esas que llevan tirantes anchos y pronto la suave tela acaricio mi piel, abrí los ojos y allí estaba, por fin era capaz de vestirme mágicamente y por el momento no estaba siendo un desastre.

Pero faltaba un detalle, si, me apetecía llevar un jersey fino, blanco, de mangas largas que casi llegaran a cubrir mis manos, con cuello de barco, las chispas blancas de tejido empezaron a entrelazarse formando un bonito jersey a mi al rededor, y yo estaba siendo espectadora de aquella magia, me parecía increíble ver como las partículas salidas de la nada iban formando el jersey y casi no debía dibujarlo en mi mente, parecía estar todo controlado por mi subconsciente, en el cuello se formo una divertida abertura y el cuello se doblo, era un tejido suave y muy fino, y l a parte inferior parecía cobrar vida con dos aberturas mas, estaba encantada con mi ropa, axial que me levante de un salto y me mire fijamente en el espejo, era perfecto, justo como lo estaba imaginando y finalmente unos botines negros crecieron en mis pies, aquello era de lo mas divertido.

Pero la fiesta se acabo cuando la puerta se abrió y Farkon entro con una bandeja plateada y una humeante tetera de porcelana blanca, una taza a juego y lo que parecía un platillo lleno de pastas de te muy delgadas.

- Ya estas tardando en explicarme que ha sido esto de traerme repentinamente y dejarme en camisón en tu cuarto y contigo. Bufe enfadada arrebatándole la bandeja, era una precaución, había aprendido una lección y es que cualquier cosa arrojadiza puede convertirse en arma, y una tetera con agua hirviendo en su interior es algo mas que peligroso.

Deje la bandeja sobre la mesilla y me senté al borde de la cama con los brazos cruzados esperando mi ansiada respuesta. Acerque la taza de te sobre mi regazo y deje que los vapores que subían me llevaran a otro plano quizás el mió mismo pero no el físico, sino el mental, es lugar donde solo nuestra mente vive y donde todo como en los sueños suele pasar. Farkon me miraba divertido y se sentó junto a mi alargándose para coger una de las galletas, nosotros estábamos demasiado cerca el uno del otro, tanto que no pudimos evitar mirarnos a los ojos y... - ¿Pero que es lo que pretendías hacer? Le grite apartándome de el, quería besarme llevaba esa intención pero... bueno yo también sentí ese momento pero no pensaba besarle. - Bueno Cyliam, he tenido que traerte aquí por todo el tiempo que hemos estado sin hablar. Supimos de los reinos que os rondaron estos últimos meses y no quisimos interponernos, era algo para vosotros, pero ya se que al final fue ella quien acabo con todo, siempre saltándose las normas.

En fin Cyliam, queríamos invitarte a pasar las fiestas con nosotros, vendrá una persona especial al castillo y nos gustaría que la conocieras.

Me quede muda, ¿seria a caso su madre? Aun no sabia como era la vida familiar de los demonios, ni sus costumbres entre amigos y familia y bueno, de lo que si estaba segura era de que seria mucho mejor que mis tristes y amargadas vacaciones navideñas. Cuando terminamos de desayunar salimos a pasear por el castillo, el clima había cambiado era mas frió aunque no nevaba, el cielo seguía igual de oscuro y sin brillo, muy triste, pero si pude ver algunas decoraciones a lo largo del pasillo, sobretodo muchos lazos y grandes velones que decoraban los lugares por donde pasábamos. - ¿Así es como celebráis la navidad vosotros? Pregunte agarrándome a su brazo pues la ropa que llevaba no era lo suficientemente gruesa. El me rodeo con un brazo y por un momento me pareció escuchar un latido procedente de su corazón. - No existen las navidades aquí. Habrás escuchado hablar de Yule, o no. El caso es que son fiestas paganas, antiguas fiestas que pasaron de generación en generación, pero nosotros conservamos las fiestas antiguas a nuestra manera. Celebramos el invierno, nos reunimos en familia, sacrificamos un buen cerdo y lo asamos en el patio e invitamos a nuestros sirvientes a comer con nosotros, después hacemos un baile con nobles, bebemos y nos emborrachamos y a veces acabamos en cama ajena. Finalizo apretando mi cadera con unos lujuriosos dedos. - Pues conmigo lo llevas claro. Dije pellizcándole el dorso de la mano. - Al menos preciosa guardianas no te has puesto como una furia. Y eso significa que empiezas a acostumbrarte a mí y a esto. Dijo con una sonrisa que al principio me pareció cómplice que en el fondo vi la maldad con la que sonreía y la superioridad con la que me veía. - Ni mucho menos. Me gustaría ir a dar un paseo sola, cuando venga esa persona avísame para que me ponga algo mas apropiado. Dije con una leve inclinación de cabeza antes de echar a correr huyendo de Farkon, pero mi huida fue breve porque poco después me choque contra Yurban.

- ¿Pero donde vas tan deprisa? Me pregunto ella ayudándome a levantarme del suelo. - huía de Farkon como siempre, ya sabes quiere que el y yo, eso, no quiero, pero... Me callo con un dedo y ambas caminamos en silencio hasta las famosas mazmorras. - ¿Pero? No es bueno hablar allí fuera, las paredes tienen oídos. Ven siéntate preciosa. Allí había un salón rojo, inmenso, con dos butacones de cuero marrón y terciopelo rojo, una alfombra roja muy frondosa y una enorme chimenea de color negro en la que danzaban llamas carmesí, amarillas y naranjas. Una bandeja apareció de la nada y se poso en una minúscula mesa alta de tres patas, parecían de hierro pero estaban como trenzadas y la superficie cristal azulado, pero muy brillante y pulido. No podía dejar de mirar aquel sitio. Yurban vació el contenido de las botellas en dos copas, era un líquido rojo, casi rosado. - Es vino toma un poco. Dijo tendiéndome la copa, la cual olisquee y probé, aquello era delicioso, sabía a frutas pero a la vez se notaba el fuerte sabor del vino. - Bueno cuéntame.

Me acurruque en el sillón y abrace la copa como si fuera mi soporte. - Pues, creo que empiezo a sentir algo por Farkon, pero no me gusta como me trata, creo que solo me quiere para eso y yo tengo que ceder porque temo que me haga mas daño. Seguro que cualquier humana de mi edad diría que es el amante perfecto, salvaje y entregado, a las chicas de mi edad les gusta eso, el sexo sin compromiso, pero yo no soy así, no quiero sentirme como un pedazo de carne que poder degustar cuando quiera.

Yurban arrimo su butacón al mió y me agarro de la mano. - Guardiana, aquí las cosas son diferentes, tú vives una era moderna dentro de lo que cabe, nosotros estamos anclados en el medievo, y nos gusta, odiamos la tecnología aunque si la conocemos no la usamos, cazamos con arcos, peleamos con espadas y nuestra diversión es el sexo y ver como los hombres se baten en duelo. Y las mujeres somos solo una manera de que haya más demonios. Creo que esto lo entiendes, estoy segura que habéis estudiado historia en el colegio. No puedo aconsejarte nada mejor, pero si el siente que tu estas domándote el será menos brusco, mas nunca esperes amor por su parte, aquí ese sentimiento no existe, ninguno amamos, si algo nos gusta lo hacemos nuestro a la fuerza o lo compramos, pero nunca serás amada en este lugar.






Aquella conversación con Yurban me había dejado helada, ahora lloraba sobre la cama de Farkon, desconsolada y sola, viéndome y sabiendo que estaba encerrada en ese castillo para satisfacer a un demonio que no sentía nada por mi, y que jamás se iba a preocupar de mi bienestar.

No podía evitar el llanto y pronto escuche como la puerta se abría, pero no un hola salio de la boca de quien había entrado y yo mientras tanto lloraba amargamente.

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