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lunes, 12 de agosto de 2013

Invitado de Invierno

Hizo caso omiso de mi presencia y mis llantos, ni se arrimo para preguntarme porque lloraba, ni una caricia, ni un triste consuelo, ni una palabra que pudiera hacerme dejar de llorar, ni se enfado.
Tan solo escuche como su ropa caía al suelo, el armario se abría y de nuevo se vestía, sentí como las patas de la silla del escritorio corrían sobre la piedra del suelo y como una pluma rasgaba un papel mientras el escribía algo.

Y yo seguía en aquella postura, escondiéndome bajo mis brazos, llorando amargamente, creo que estaba buscando su consuelo, o simplemente desahogándome de lo que me había dicho Yurban y de mis sentimientos tan injustos.
Pero mis lágrimas poco a poco desaparecían, no porque ya no quisiera llorar mas, sino porque ya no quedaban mas por derramarse sobre las sabanas y mi rostro.

De nuevo la silla se movió, el parecía estar doblando aquel papel que había estado escribiendo y poco después, por fin parecía estar acercándose a mi, se sentó a mi lado pero no dijo nada, creo que suspiro y luego se tumbo boca arriba a mi lado, otro suspiro, y yo permanecía inmóvil, casi sin respirar, quizás estaba temerosa de la reprimenda o quizás sabia lo que iba a suceder, quien sabe, ¿volvería de nuevo a esa manera salvaje de tratarme, a violarme otra vez mas?
Pero no paso nada, se incorporo hacia mi, lo se porque sentí su respiración en mi cabeza, y yo seguía allí sin moverme, sollozando suavemente, casi sin fuerza, desganada por completo, débil y abandonada.
Su mano se poso sobre mi espalda y yo di un respingo.

- Shhh, no te muevas, quédate quieta como estabas. Y sin saber por que, yo obedecí, me quede calmada, pero no estaba tranquila, su mano acariciaba mi espalda con cuidado, de arriba a abajo como el que dibuja con cuidado un mapa, luego la zona lumbar, de lado a lado, sentía la gran y fuerte palma de su mano que aunque pensaba que seria helada estaba muy cálida. Pero su mano siguió vagando y poco a poco se deslizo sobre mi trasero, al principio me deje, quizás esa era su manera de calmarme y comunicarse conmigo de una manera no violenta, pero no, el buscaba lo de siempre y yo no pensaba ceder esta vez.
Lance una patada al aire que el intercepto, me golpeo el trasero con la palma de la mano y me hizo aullar de dolor, había pegado con rabia y picaba. - Si te digo estate quieta, te estas quieta. Sus manos continuaban y yo de nuevo me revolví esta vez acertando a golpearlo en las costillas.

Su rostro oscurecido y enfadado esta vez no me intimido, me dio mas fuerzas para seguir con aquella pelea. - Escúchame bien, yo no soy tu juguete, ni tu muñeca, ni una de esas diablesas con las que te diviertes, no voy a ser tu mascotita y no voy a dejar que te rías a mi costa y me trates como a un pedazo de carne mas. Y tampoco pienso convertirme en eso que quieres. Farkon alzo las cejas, me miro ojiplatico con la boca entre abierta y tras eso dibujo una leve sonrisa. - Ya lo se. Y me gusta el reto, me gusta que seas así, aunque insisto en domarte, debes comportarte como una "mujer" de este lugar.
No sabia que contestarle, me senté en el borde de la cama con las piernas cruzadas y le mire fijamente con ojos tristes. - ¿Has hablado con Yurban? El asintió con la cabeza, pude ver en su rostro algo parecido a la piedad, pero no podía confiarme. Sentí que de nuevo las lágrimas querían fluir fuera de mis ojos. El se acerco a mi, seco mis mejillas y me dio un suave beso en los labios y otro en la frente.

- Cuando estés mas calmada búscame, te deje un vestido en el armario para la cena, si no me buscas mandare a alguien para que te avise de ir a cenar.
Farkon parecía dispuesto a irse sin hacer mas sangre del asunto. - ¿Farkon, cuanto tiempo vas a tenerme aquí retenida? Pregunte antes de que cruzara la puerta, el simplemente se giro, me miro de soslayo y se encogió de hombros.


Me quede allí sola, sentada en la cama mirando a la nada, poco a poco comencé a sentir algo de apetito, mire el vestido y mi cara se descompuso, era un vestido corto, demasiado corto, con la espalda descubierta hasta donde esta pierde el nombre, el escote era un palabra de honor, maldije a Farkon, estaba segura de que ese vestido no era mas que un hobby para poder presumir de mi, pero en el fondo tampoco estaba mal, al menos era negro y el negro es un color que me favorece bastante aunque siempre he preferido el blanco.
A conjunto había unas altas y brillantes botas, también negras con un alto tacón e iban atadas con varias hebillas. He de admiro que el conjunto era realmente sexy. Me vestí y salí al pasillo donde me cruce con Rubin. - ¿Vas a cenar? Me pregunto el, yo asentí con la cabeza y le deje que me guiara cogida a su brazo.

- Me gusta mucho ese vestido, imagino que fue Farkon quien lo eligió, quien sino. Dijo sin mirarme al hablar. Yo me encogí de hombros como si aquello me importara mas bien poco.
Y por fin llegamos al salón donde la larga mesa esperaba con los platos ya servidos, conté los asientos, cinco, entonces si, solo había un invitado, el cual presidia la mesa en una silla de madera noble, de color oscura muy ornamentada, era como los tronos de las películas de la edad media, salvo que esta no estaba pintada con oro ni decorada con joyas.

Y entonces apareció el extraño invitado, Farkon y Yurban que hasta entonces estaban sentados se levantaron y Rubin me empujo hasta mi sitio para el colocarse al lado de Yurban, ¿adivinad donde estaba yo? Exactamente al lado de esa mirada granate que me fusilaba por momentos.
Creo que las mejillas se me encendieron al ver como Yurban era incapaz de desviar la mirada de mi vestido, tampoco Farkon disimulo mirándome las piernas descubiertas y es que la falda del vestido era tan corta que tapaba lo justo.
Pero a lo que íbamos el invitado, el tan famoso invitado, era un hombre, mas mayor que Farkon y Rubin, no sabría decir que edad tendría, pero aparentaría unos 35 años quizás. Era rubio, muy guapo, su piel pálida como la mía, y sus ojos de un azul cielo que conquistaría hasta a la mujer mas cerrada, el se fijo en mi y obviamente yo en el, y por el rabillo del ojo notaba la mirada celosa y fulminante de Farkon, pero es que aquel invitado era como un dios, como siempre había imaginado a los dioses, rubios, hermosos y con ojos claros. Me tenia cautivada...

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