Mis padres habían cedido ante la propuesta del doctor.
El día transcurrió calmado, pulule por
casa, del sofá a la cama, de la cama al sofá varias veces, hojee varios libros,
escuche música, adelante deberes e incluso me puse a dibujar.
También me di dos grandes siestas y luego
un largo y relajante baño cálido con sales minerales con aroma a eucalipto.
Adoro ese tipo de baños en los que
enciendes tu mp3 y de fondo escuchas una suave y relajante música mientras el
eucalipto de las sales de baño va inundando tus fosas nasales, y luego
comienzas a ver como las yemas de tus dedos se convierten en garbanzos a
remojo.
- Carla, no te duermas en la bañera,
tienes que secarte el pelo y prepararte o harás esperar al doctor.
Adiós calma, gracias mama por sacarme de
ese nirvana al que había conseguido llegar.
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- Pensé que ibas a llevarme a un
restaurante, no a una cadena de comida basura. Gruñí mientras a lo lejos se
divisaba el gran cartel rojo de la pizzería.
- No te quejes, al menos te saque de casa
¿no era eso lo que me pediste? Contesto él con una sonrisa burlona de ganador.
- De verdad, que pocos detalles tienes
conmigo. Me mostré molesta e indignada, estaba claro que sus planes si eran
sacarme de casa, pero no iba a darme el capricho de disfrutar de unas cuantas
horas de cena animada en un restaurante.
Nos sentamos en una mesa apartada del
resto y esperamos a que vinieran a tomar nota. La joven que vino era algo más
mayor que yo, seguramente con los dieciocho recién cumplidos, de pelo negro y
mirada turbia, sin duda no disfrutaba de su trabajo.
Chris fue quien encargo la cena, dos
pizzas medianas, dos refrescos y dos helados para el postre.
- ¿Le traigo los helados cuando traigamos
las pizzas o prefieren ir a la barra y pedirlos cuando estén terminado?
Pregunto la chica mientras mascaba un chicle que por el color debía llevar mascándolo
al menos tres días.
- Yo iré a buscarlos. No se preocupe. Respondió
Chris con una amplia sonrisa que hizo a la muchacha estremecerse y salir casi
corriendo.
- Esto es romanticismo y lo demás son tonterías.
Gruñí por lo bajo acomodando mis brazos y la cabeza sobre la mesa con cara de
pocos amigos. - Si tan poco te gusta, pido que nos lo pongan para llevar y te
llevo de nuevo a tu casa. Me contesto chulesco con la barbilla apoyada sobre
sus dedos índices. - No, deja, pero... esperaba otra cosa después de lo que me
dijiste al rescatarme.
Había intentado olvidar que se me había
declarado, pero al verle con un cuerpo físico cuidándome fue imposible
evitarlo, necesitaba saber si en verdad lo dijo porque eran sus sentimientos o
solo intentaba jugar conmigo.
Alcé la cabeza y le mire fijamente, se había
quedado congelado, inmóvil e incluso mas pálido de lo normal. Los labios le
temblaban y parecía balbucear intentando responderme algo.
Sentía que había metido la pata hasta el
fondo en mi último comentario, pero verle tan inocente y acobardado en ese
momento me daba que pensar. ¿De verdad dijo lo que dijo porque el realmente me
quiere?
Ambos nos quedamos dentro de un silencio
incomodo, mirándonos fijamente sin saber cómo reaccionar el uno ante el otro.
- Aquí esta su pedido. Ui, perdón si interrumpí.
Que aproveche.
Volvimos en sí de golpe al ver las
humeantes pizzas sobre la mesa. Aun sin saber que decir cada uno empezamos a
comer de nuestra pizza y beber de nuestro refresco. Fue sin duda la peor cena
de la historia, cuanto menos cómico, dos personas comiendo en silencio sin apenas
levantar las narices de sus platos, aquello era humillante. De vez en cuando alzábamos
la mirada para ver que hacia el otro e incluso en un par de ocasiones nuestras
miradas se cruzaron haciendo que como idiotas volviéramos a bajar la cabeza.
- Oh venga ya, esto es ridículo. Dije yo
soltando mi trozo de pizza, Chris me miro alzando una ceja como si le extrañara
que yo tuviera esas reacciones. - Si tan mal te parece que te diga lo que te he
dicho no deberías haberme soltado eso de que estabas enamorándote de mí. O bien
me estabas mintiendo para que confiara en ti o no sé que se te paso por la
cabeza.
Chris tan solo se encogió de hombros
mientras seguía comiendo y bebiendo. - Preferiría no hablar de ello, al menos
por ahora, no me está siendo fácil hacerme pasar por uno de vosotros. Tengo
demasiadas cosas en la cabeza para pensar en lo que te dije, pero te diré solo
una cosa, no era una mentira ni tampoco trate de ganarme tu confianza, sino, no
habría accedido a traerte a cenar y te habrías quedado en tu casa gruñendo y
protestando.
De nuevo el silencio nos invadió y cuando
terminamos de comer y pagar ya en la calle Chris me pregunto si me apetecía ir
a tomar aquel café que me había prometido.
- Prefiero ir a casa, no tengo ánimos para
cafés ni para nada.
De camino a casa a penas hablamos, la pizzería
no estaba demasiado lejos de mi casa a unos veinte minutos andando quizás, solo
en los últimos metros antes de llegar a casa Chris se digno a hablarme.
- Creo que ya puedes recuperarte por ti
sola y yo debería volver... ya sabes... a mi lugar. Además, creo que no te
agrada tenerme pululando por aquí. Me pare en seco y me gire para verle. - Ah,
en cuanto al tema del colegio, no creo que haya problemas en que vayas,
simplemente procura no agotarte y si no te encuentras bien solo vuelve a tu
casa y ya está. No te molestare en una temporada, todo esto ha sido culpa mía,
eres humana y necesitas una vida como tal, sin demonios ni problemas y creo que
ambos debemos reflexionar, creo que es lo mejor.
Me encogí de hombros aun mirándole,
supongo que tenía razón en parte de lo que decía y quizás yo no estaba tan
preparada como ellos pensaban para esta situación, tenía que pensar, tomarme
las cosas con más calma.
Le sonreí y le abrace dándole un suave beso
en la mejilla. - En el fondo no eres tan malo, pero muy terco, supongo que
ambos hemos pecado de terquedad. Aun así no se si quiero tener una vida
tranquila y calmada como dices, no van a dejar de perseguirnos y lo sabes,
tarde o temprano tendremos que asumir nuestras responsabilidades, pero aceptare
un tiempo de calma para meditar las cosas y quizás en un par de semanas me
sienta con fuerzas para volver a entrenar.
El asintió, parecía satisfecho con la decisión
que ambos habíamos tomado y ya en la puerta de casa solo quedo la despedida, un
abrazo y un hasta luego, yo sabía tan bien como el que mañana ya no se pasaría
por casa como mi doctor para cuidarme.
Y así fue, pocos días después las clases
comenzaron de nuevo, y aunque no lo pareciera, estaba terriblemente asustada
por enfrentarme a la vida monótona y aburrida de los estudios y los humanos.