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lunes, 29 de septiembre de 2014

Se parecía a una cena romántica

Mis padres habían cedido ante la propuesta del doctor.

El día transcurrió calmado, pulule por casa, del sofá a la cama, de la cama al sofá varias veces, hojee varios libros, escuche música, adelante deberes e incluso me puse a dibujar.
También me di dos grandes siestas y luego un largo y relajante baño cálido con sales minerales con aroma a eucalipto.
Adoro ese tipo de baños en los que enciendes tu mp3 y de fondo escuchas una suave y relajante música mientras el eucalipto de las sales de baño va inundando tus fosas nasales, y luego comienzas a ver como las yemas de tus dedos se convierten en garbanzos a remojo.

- Carla, no te duermas en la bañera, tienes que secarte el pelo y prepararte o harás esperar al doctor.

Adiós calma, gracias mama por sacarme de ese nirvana al que había conseguido llegar.

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- Pensé que ibas a llevarme a un restaurante, no a una cadena de comida basura. Gruñí mientras a lo lejos se divisaba el gran cartel rojo de la pizzería.
- No te quejes, al menos te saque de casa ¿no era eso lo que me pediste? Contesto él con una sonrisa burlona de ganador.
- De verdad, que pocos detalles tienes conmigo. Me mostré molesta e indignada, estaba claro que sus planes si eran sacarme de casa, pero no iba a darme el capricho de disfrutar de unas cuantas horas de cena animada en un restaurante.

Nos sentamos en una mesa apartada del resto y esperamos a que vinieran a tomar nota. La joven que vino era algo más mayor que yo, seguramente con los dieciocho recién cumplidos, de pelo negro y mirada turbia, sin duda no disfrutaba de su trabajo.

Chris fue quien encargo la cena, dos pizzas medianas, dos refrescos y dos helados para el postre.
- ¿Le traigo los helados cuando traigamos las pizzas o prefieren ir a la barra y pedirlos cuando estén terminado? Pregunto la chica mientras mascaba un chicle que por el color debía llevar mascándolo al menos tres días.
- Yo iré a buscarlos. No se preocupe. Respondió Chris con una amplia sonrisa que hizo a la muchacha estremecerse y salir casi corriendo.

- Esto es romanticismo y lo demás son tonterías. Gruñí por lo bajo acomodando mis brazos y la cabeza sobre la mesa con cara de pocos amigos. - Si tan poco te gusta, pido que nos lo pongan para llevar y te llevo de nuevo a tu casa. Me contesto chulesco con la barbilla apoyada sobre sus dedos índices. - No, deja, pero... esperaba otra cosa después de lo que me dijiste al rescatarme.

Había intentado olvidar que se me había declarado, pero al verle con un cuerpo físico cuidándome fue imposible evitarlo, necesitaba saber si en verdad lo dijo porque eran sus sentimientos o solo intentaba jugar conmigo.
Alcé la cabeza y le mire fijamente, se había quedado congelado, inmóvil e incluso mas pálido de lo normal. Los labios le temblaban y parecía balbucear intentando responderme algo.
Sentía que había metido la pata hasta el fondo en mi último comentario, pero verle tan inocente y acobardado en ese momento me daba que pensar. ¿De verdad dijo lo que dijo porque el realmente me quiere?
Ambos nos quedamos dentro de un silencio incomodo, mirándonos fijamente sin saber cómo reaccionar el uno ante el otro.

- Aquí esta su pedido. Ui, perdón si interrumpí. Que aproveche.

Volvimos en sí de golpe al ver las humeantes pizzas sobre la mesa. Aun sin saber que decir cada uno empezamos a comer de nuestra pizza y beber de nuestro refresco. Fue sin duda la peor cena de la historia, cuanto menos cómico, dos personas comiendo en silencio sin apenas levantar las narices de sus platos, aquello era humillante. De vez en cuando alzábamos la mirada para ver que hacia el otro e incluso en un par de ocasiones nuestras miradas se cruzaron haciendo que como idiotas volviéramos a bajar la cabeza.

- Oh venga ya, esto es ridículo. Dije yo soltando mi trozo de pizza, Chris me miro alzando una ceja como si le extrañara que yo tuviera esas reacciones. - Si tan mal te parece que te diga lo que te he dicho no deberías haberme soltado eso de que estabas enamorándote de mí. O bien me estabas mintiendo para que confiara en ti o no sé que se te paso por la cabeza.
Chris tan solo se encogió de hombros mientras seguía comiendo y bebiendo. - Preferiría no hablar de ello, al menos por ahora, no me está siendo fácil hacerme pasar por uno de vosotros. Tengo demasiadas cosas en la cabeza para pensar en lo que te dije, pero te diré solo una cosa, no era una mentira ni tampoco trate de ganarme tu confianza, sino, no habría accedido a traerte a cenar y te habrías quedado en tu casa gruñendo y protestando.

De nuevo el silencio nos invadió y cuando terminamos de comer y pagar ya en la calle Chris me pregunto si me apetecía ir a tomar aquel café que me había prometido.
- Prefiero ir a casa, no tengo ánimos para cafés ni para nada.
De camino a casa a penas hablamos, la pizzería no estaba demasiado lejos de mi casa a unos veinte minutos andando quizás, solo en los últimos metros antes de llegar a casa Chris se digno a hablarme.

- Creo que ya puedes recuperarte por ti sola y yo debería volver... ya sabes... a mi lugar. Además, creo que no te agrada tenerme pululando por aquí. Me pare en seco y me gire para verle. - Ah, en cuanto al tema del colegio, no creo que haya problemas en que vayas, simplemente procura no agotarte y si no te encuentras bien solo vuelve a tu casa y ya está. No te molestare en una temporada, todo esto ha sido culpa mía, eres humana y necesitas una vida como tal, sin demonios ni problemas y creo que ambos debemos reflexionar, creo que es lo mejor.

Me encogí de hombros aun mirándole, supongo que tenía razón en parte de lo que decía y quizás yo no estaba tan preparada como ellos pensaban para esta situación, tenía que pensar, tomarme las cosas con más calma.
Le sonreí y le abrace dándole un suave beso en la mejilla. - En el fondo no eres tan malo, pero muy terco, supongo que ambos hemos pecado de terquedad. Aun así no se si quiero tener una vida tranquila y calmada como dices, no van a dejar de perseguirnos y lo sabes, tarde o temprano tendremos que asumir nuestras responsabilidades, pero aceptare un tiempo de calma para meditar las cosas y quizás en un par de semanas me sienta con fuerzas para volver a entrenar.

El asintió, parecía satisfecho con la decisión que ambos habíamos tomado y ya en la puerta de casa solo quedo la despedida, un abrazo y un hasta luego, yo sabía tan bien como el que mañana ya no se pasaría por casa como mi doctor para cuidarme.

Y así fue, pocos días después las clases comenzaron de nuevo, y aunque no lo pareciera, estaba terriblemente asustada por enfrentarme a la vida monótona y aburrida de los estudios y los humanos.

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