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martes, 9 de abril de 2013

Alas blancas

Farkon me observaba desde lo alto de la columna mientras yo con las piernas temblorosas intentaba mantenerme sobre la mía.
Me sonrió y me saludo con una inclinación  obviamente yo no pensaba hacer lo mismo, dos metros de caída de cabeza podrían matarme, de eso estaba segura, aun así me atreví a saltar a la siguiente columna y milagrosamente me sentí mas valiente al ver que parecía dominar eso de saltar de columna en columna.

Farkon se mantuvo en su posición con una sonrisa, no parecía para nada nervioso y seguramente victorioso sin haber empezado la pelea.

Una bola de fuego me paso rozando por una de las piernas, el ya estaba esperando con otra bola de fuego mas, en un abrir y cerrar de ojos aquella bola de fuego iba directa a mi pecho, salte inmediatamente a la siguiente columna y desde donde me encontraba comencé a ascender con saltos ligeros y perfectos hacia el, lo que yo no esperaba es que el viniera directo a mi a la vez.
Tan solo quedaba una columna libre, uno de los dos conseguiría saltar, ¿pero que pasaría con el otro? me arme de valor, pensaba darle un buen puñetazo cuando sentí que mi mano se encendía  mire de reojo y mi mano apretada en un puño agarraba lo que parecía un pequeño rayo de luz, apunte como pude mientras me preparaba para saltar a la única columna libre en mi ascenso y en el vuelo entre columna y columna lance el rayo directo a Farkon.

El lo esquivo dando una esbelta pirueta hacia atrás situándose dos columnas lejos de mi. - Buen ataque, pero no es suficiente. Dijo lanzando esta vez dos bolas de fuego hacia mi. No había manera de esquivarlas o al menos eso pensé yo, recordé entonces una postura de yoga que consistía en mantener todo mi peso sobre las puntas de los dedos de uno de mis pies y la otra pierna descansaba sobre la pierna flexionada que soportaba todo mi peso. Al haberme agachado las dos bolas de fuego habían pasado de largo por encima de mi cabeza y ahora Farkon me miraba sorprendido a la vez que confuso.

- Ummm nunca pensé que pudieras tener esa flexibilidad. Dijo con una sonrisa llena de lujuria y maldad.
Yo me levante con soltura, sintiendo de nuevo el mareo producido por el vino, resople con fuerza, y volví a saltar directa al ataque, si, quería acabar ya por fin con aquella locura, aunque no sabia muy bien como hacerlo.

Farkon comenzó a descender nuevamente, sentí que el tiempo corría mas despacio mientras nos aproximábamos lentamente, vi el puño de Farkon iluminado y rodeado de fuego pero no me amedrente, yo también pensaba atacar de la misma manera, pero algo extraño sucedió y de repente yo me encontraba levitando a medio metro de la columna sin entender como.
Balbucee nerviosa y mire a Farkon que tenia los ojos abiertos de par en par. - Baja lentamente. Dijo con la voz trabaja estirando los brazos como si quisiera recogerme en la caída.

- ¿Pero como, que esta pasando? Explícamelo Farkon, explícame porque diablos estoy aquí suspendida en la nada. Yo pataleaba angustiada, mi respiración se había agitado mucho y sentí que el corazón se me saldría por la boca en un segundo. - Mira a tu espalda. Dijo el bajando con un grácil salto un escalón hasta estar justo debajo de mi.
Hice caso y voltee mi cabeza a ambos lados, no una, sino dos veces, pues lo que acababa de ver no podía ser cierto. ¡Me habían salido un par de alas! Eran blancas, y no puedo evitar reconocer que eran hermosas, las plumas brillaban y parecían ser suaves como ninguna otra. - Pliegalas, yo te cogeré  no te preocupes. Decía el intentando calmarle aunque era absurdo, no me iba a calmar, me habían salido dos malditas alas de la espalda.

Para colmo de males, las alas parecían tener vida propia, ya que cuando intente plegarlas lo único que conseguí fue alzar el vuelo mas alto, las alas se agitaban de manera extraña, como si no estuvieran cómodas o como si no supieran muy bien cual era su función  - Sube tu a rescatarme. Lloriquee llamándolo  pero Farkon negro con la cabeza apesadumbrado. - Yo no puedo volar.

De pronto, de la nada apareció una sombra negra que se lanzo contra mi, mis alas comenzaron a moverse con mas fuerza intentando alejar al individuo que se había encaramado a mi espalda, yo por mi parte solo conseguí ponerme a gritar como una histérica mientras daba manotazos y patadas al aire.
De repente el atacante me había dado la vuelta y pude observar quien era, esos ojos amarillos, era Rubin, yo sonreí o al menos lo intente a la vez que torcí el gesto atemorizada, mire a ambos lados y vi unas garras huesudas clavándose en mis alas, las manos de Rubin eran totalmente demoníacas, como las de un esqueleto cubierto de piel a medio descomponer. Las plumas comenzaron a teñirse del rojo carmesí, sin embargo no sentí ningún dolor pero si angustia por ver heridas mis alas. Caímos veloces al suelo justo antes de estrellarnos Rubin abrió sus alas, eran muy diferentes a las mías, casi como las de un murciélago pero mas finas, cubiertas de un cuero negro y brillante, recién estirado, acababan en tres puntas afiladas similares a un colmillo no muy grande, y coronando los pliegues había una especie de garra, eran idénticas a como las relataban en los libros, salvo que en aquel momento me parecieron preciosas.

Rubin fue empujado lejos de mi y Farkon se abalanzo sobre mi abrazándome con fuerza contra el, ambos estábamos jadeando y con el corazón a cien, sentí los dedos de Farkon recorriendo mi columna con mucha delicadeza como si quisiera calmarme y por fin sentí mis alas como parte de mi, voltee la cabeza y vi como poco a poco las alas se plegaban lentamente hasta desaparecer en la nada. Hasta entonces había estado temblando, asustada e histérica pero cuando sentí que las alas desaparecían una calma me invadió  acerté a abrazar a Farkon con las manos aun temblorosas clavando los dedos en su espalda como si pretendiera sentir que aquello que estaba sucediendo era real, o que Farkon era real.

- ¿Que ha sucedido? Pregunte algo desconcertada dejando caer mis brazos y siendo aun aprisionada por el cálido abrazo de Farkon, el no respondió, solo me miro y resoplo con una leve sonrisa, a continuación y sin que a penas me diera tiempo a reaccionar se levanto y me ayudo a levantarme del suelo tirando de mi muñeca, dejando de ser amable como acababa de serlo.

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