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domingo, 21 de abril de 2013

Alta tension

Subimos las escaleras a mata caballos yo seguía atontada después de todo lo sucedido pero Farkon parecía llevar demasiada prisa como para preocuparse de mi.
Cuando llegamos a su cuarto me empujo a dentro soltándome de la muñeca con brusquedad y sin decir ni una palabra, bajo mi mirada de no entender nada, cerro la puerta dando un fuerte golpe y giro la llave.

Se dio la vuelta mirándome seriamente, observándome de arriba a abajo como examinándome  yo a su vez le miraba extrañada sin moverme del sitio intentando comprender porque estaba actuando así.

- Desnúdate  Me ordeno sin dejar de mirarme de aquella manera que me asustaba, yo enarque una ceja y lo mire aun mas extrañada. - ¿Que? Es lo único que acerté a responder, moviendo la cabeza negativamente como si pretendiera de esta manera que mis pensamientos se ordenaran. - Ya me has oído quiero que te quites la ropa. Volvió a decir, esta vez su tono sonaba enojado y crispado. - No pienso hacer eso, no soy tu juguete para que te desfogues conmigo. Conteste con voz chillona, no enojada sino enrabietada y desconcertada. - Cyliam, haz lo que te estoy pidiendo, por favor. Había marcado cada una de las palabras, respirando entre ellas para calmar su enfado, pero podía sentir esa ira rebosando en su cuerpo.

Yo me negué rotundamente y el se abalanzo sobre mi arrancándome el abrigo largo de un tirón, yo me defendí como buenamente pude, dándole un bofetón muy fuerte, tanto que sentí como mi mano picaba y quemaba a la vez, el me agarro las muñecas con fuerza levantándome los brazos sobre la cabeza y sin saber muy bien como, unas cuerdas descendieron del techo de algún lugar invisible y se aferraron a mis muñecas con mucha fuerza, yo me revolvía intentando aflojarlas pero solo lograba el efecto contrario.

Farkon desabrocho y bajo la cremallera del minishort vaquero y yo comencé a patalear, pero los pantalones se habían quedado enganchados sobre las botas a la altura de las rodillas por lo que mis patadas eran como unas simples convulsiones que no llevaban a nada. Vi a Farkon quitándome las botas y terminando de bajar mis pantalones y justo cuando pensaba darle un rodillazo otras dos sogas ascendieron desde el suelo como la anterior soga lo hizo del techo y se aferraron a mis piernas hasta las rodillas manteniendome en una postura tensa en la que no podía moverme si quiera.

- Te prometo que te buscare otra camiseta, pero no me has dejado otra alternativa. Dijo situándose tras de mi, agarrando con fuerza el bajo de la camiseta estiro hasta que la tela crujió y se partió en dos dejándome desnuda, salvo por las bragas. Yo quise chillar pero sentía un nudo en la garganta causado por la tensión y el pánico del momento. Farkon estaba terminando de romper mi camiseta para despojarme de cualquier trozo de tela. Lo sentí arrodillado tras de mi, sus dedos y manos subían lentamente desde mis piernas hasta mi cintura pasando por mi cadera.
Me revolví nerviosa, pero también excitada, aquella manera en la que estaba recorriendo mi piel estaba creando unas oleadas de escalofríos en todo mi cuerpo que me provocaba gruñir descontenta.

Siguió recorriendo mis caderas y mi cintura para luego pasar a mi columna, la cual acariciaba con uno o dos dedos con mucha sutileza, haciendo que me arqueara y sintiera que el vello se me erizaba desde los tobillos hasta la nuca, sentía que no podía aguantar mas, un gemido quería escapar de mi garganta y justo cuando abrí la boca para exhalar aquel gemido sentí la suavidad de las plumas acariciando mi espalda, y el gemido quedo camuflado entre el frusfrus que provocaban las plumas al moverse.
Resople, sintiendo un calor delicado en mi espalda, era como si mi cuerpo hubiera explotado y de esa explosión nacieran las alas.

- Vaya así que, ¿ así es como funcionan? Hablo, pero yo no podía prestarle atención, seguía sintiendo una extraña excitación en mi, me arquee y resople mirando las cuerdas que salían de la nada. - Cuando te ves sometida a un estado de alta tensión tu cuerpo reacciona creando estas alas. Dijo el mientras acariciaba las plumas, sentía sus caricias delicadas hasta que sentí un tirón y me queje. - Lo que no entiendo es porque no puedo arrancar las plumas.
Las cuerdas se aflojaron y quede libre, empuje a Farkon y abrí el amplio armario, había dos grandes espejos allí y pude ver una hermosa postal, mi piel blanca y tersa, mi cuerpo desnudo salvo por aquella braga y esas alas tan grandes, realmente no me reconocía en esa imagen pero sin duda aquella era yo, era hermosa, sexy y realmente apetecible. En ese momento quizás fue cuando entendí que Farkon se hubiera fijado en mi.
Sonreí al espejo y acaricie las plumas de las alas, a diferencia de Farkon yo si fui capad de arrancar dos plumas.

- Esta claro que son parte de mi, un escudo o mi propia magia que se ha materializado en alas. Le dije como   si de repente me hubiera convertido en una experta. El gruño enfadado y se sentó sobre la cama balbuceando algo. - Y bueno, ¿donde esta esa camiseta que me prometiste? Pregunte sentándome a su lado, lo note cabizbajo, desmoralizado y poco después me levante casi de un salto, seguía desnuda y había estado actuando como si no pasara nada, me mire de nuevo en el espejo y vi como poco a poco se replegaban mis alas. Farkon no parecía por la labor de hablarme así que me puse mis minishorts y las botas y saque una de las camisas de sus armario, aunque me quedaban enormes me hacían una buena figura.
Farkon seguía en la cama cabizbajo y afligido, me arrodille frente a el y le acaricie la mejilla alzándole la cabeza para que me mirara. - ¿Que te sucede? No contesto, solo me miro con los ojos tristes algo oscurecidos.

- Lo siento Cyliam, no tengo ganas de hablar, desde que estas aquí me siento sobrepasado. Eres todo un mundo por descubrir, hay muchas cosas que no puedo comprender y me estoy saturando. Deberías echarte a descansar, cuando te despiertes estarás en tu casa, estaremos un tiempo sin hablar, debo meditar. Dijo sin mirarme directamente, ladeando la cabeza a ratos y desviando la mirada a otro punto.

Yo me levante mirándolo con los brazos en jarras. - Claro, disfrutas haciéndome sufrir y ahora que ya no sabes que hacer conmigo ¿no quieres verme? Me mostró una mirada de desprecio y ladeo la cabeza encogiéndose de hombros. - Puede ser. Pero ten por seguro que cuando sepa que hacer contigo volverás a mi.

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