Cuando me desperté esperaba hacerlo en mi cuarto, mi casa, mi cama
y entre mis peluches. Pero no fue así, las varias mantas de pieles suaves aun cubrían
mi cuerpo.
Por suerte el dolor producido en el golpe
de la noche anterior ya no estaba y me permitía moverme en la cama sin dolor.
Abrí los ojos y palpe la cama, recordando
que estaba en el cuarto de Chris y que muy posiblemente el hubiera dormido a mi
lado toda la noche, pero no era así, estaba yo sola disfrutando de esa amplia
cama. Me estire e hice la croqueta sobre la cama mientras bostezaba largamente
hasta que una prenda de un intenso y llamativo rojo capto mi atención, arrastrándome
aun por la cama disfrutando del tacto suave de las mantas de piel me acerque
hasta aquella prenda.
Era un vestido largo, de esos de gala que
a veces vemos en las entregas de un importante premio de cine, a simple vista
era un vestido sencillo, no tenia adornos aunque la tela era muy brillante,
solo tenía un leve fallo para mi gusto, en uno de los laterales de la larga
falda había una abertura, posiblemente me llegaría hasta mitad del muslo. ¿De
verdad debía ponerme eso? Llamaría la atención aunque no quisiera, y qué decir
de los elegantes zapatos negros que esperaban a los pies de la cama, de tacón
de aguja y altísimos. Pero en verdad lo que más me llamaba la atención era que
el vestido fuera tan moderno y tan poco medieval. Seguro que era un truco para
hacer que todos los invitados clavaran sus miradas ante mí. Me iba a usar como
un simple divertimento para esa fiesta endemoniada.
La puerta sonó y envuelta en una de las
mantas pregunte. Era Rubin que había venido a buscarme, maldije por lo bajo y
luego suspire acariciando la manta. - Me acabo de despertar, ¿a qué viene tanta
prisa? Pregunte aun tirada boca abajo en la cama mirando de reojo el vestido y
disfrutando del suave tacto de la manta. Rubin entro con cara de pocos amigos,
ni si quiera se paró a mirarme y corrió la oscura cortina que cubría el amplio
ventana. - Porque ya es de noche, en media hora comienza el baile y tú sigues ahí
rezongando como si no fuera contigo el asunto.
Me levante de la cama aprontando la manta
sobre mi pecho. - Y es que no es mi asunto, yo no quería jugar a esta mierda de
baile y me obligáis, no soy un mono de feria que pueda exhibirse por hacer la
gracia. Le escupí con rabia. - ¿Pero de que mono de feria hablas? Su cara se
mostraba bastante des configurada, parecía no entender a que venía mi rabia.
Señale la prenda roja y gruñí. - ¿No soy bastante vistosa por ser una guardiana
que debo disfrazarme?
- Yo no tenía ni idea de esto. Mi tarea
era venir a buscarte y se tu acompañante en la fiesta. Parecía sincero, incluso
demasiado sincero. - Venga haz de tripas corazón y vístete, no voy a mirar.
Dijo dándose la vuelta. En ese momento me fije en su atuendo, no era algo muy
medieval, más bien diría que era como un traje elegante barroco, con unas botas
altas de piel marrón, unos pantalones que bien podrían haber sido bombachos de
aviador y lo que parecía como una chaqueta abrigada con lana de borrego. Y como
no una camisa holgada muy blanca y curiosamente limpia. Me vestí lo mas rápido
que pude y me calce aquellos zapatos negros. - De solo verme así ya me estoy
avergonzando.
Rubin se giro y embobado y boquiabierto se
quedo mirándome fijamente de arriba a abajo. - Pues... no te ves para nada
mal... Realmente parecía sorprendido de lo que veía, incluso me arriesgaría a
decir que pude vislumbrar una sonrisa en sus labios. Me coloque el colgante
misterioso dejándolo caer sobre mi pecho, no pegaba para nada con el estilo de
aquel vestido pero algo me decía que debía llevarlo cerca, también me puse la
gargantilla de brillantes que reposaba sobre la mesa, demasiado elegante para
mi gusto, pensé, pero no me quedaba otra. - ¿Mejor? Pregunte a un embobado
Rubin que se había quedado petrificado ante mí. Asintió boquiabierto y tras
ello sacudió la cabeza repentinamente. - No con esos pelos. Me arrastro a una
de las sillas y hundiendo sus dedos en mi pelo por arte de magia deshizo todas
mis trenzas, ahora con el pelo terriblemente rizado hizo un coqueto pero
discreto recogido en moño dejando que algunos de esos divertidos mechones
rizados cayeran por voluntad propia. - Ahora. Venga, vamos antes de que Chris
se ponga como una furia. Y si, las furias existen, antes de que lo preguntes.
Lo que era el comedor ahora parecía un
amplio salón de baile, las discretas lámparas que colgaban del techo ahora eran
inmensas obras de vidrio que brillaban con la luz de las velas. Un hombre de
edad más bien vieja pronunciaba los nombres de los invitados y sus parejas. -
Rubin hijo de Christhopher y La Guardiana de la noche. Dijo el hombre. Gruñí y
refunfuñe. - Oye tú, tengo un nombre, me llamo Cyliam. El hombre empalideció y
carraspeando volvió a presentarnos. Rubin hijo de Christhopher y Cyliam. La
Guardiana de la noche. Sonreí satisfecha e hice una pequeña reverencia al
asustado hombre. Todas las miradas se habían vuelto hacia mí, hacia nosotros, y
el bullicio había desaparecido para convertirse en continuos cuchicheos.
¿Si no hubiera increpado a aquel hombre quizás
no me sentiría tan observada?
Rubin se carcajeo invitándome a cogerme de
su brazo, me sentía tan estúpida en aquel momento que pensaba salir corriendo
cuando menos lo esperasen, pero por primera vez también sentí que Rubin no
estaba allí solo para torturarme con los caprichos del padre sino para procurar
seguridad en mí.
Caminamos por el salón, sin tener que
saludar a nadie, por lo visto Rubin no era una persona tan importante y muchos
de los que parecían querer acercarse a mi huían al ver al demonio que me
acompañaba. A lo lejos vi a Chris, vestía de colores claros, beige, dorado y
blanco, parecía el traje de un príncipe muy rico e iba a acompañado de otro
hombre de su misma edad que vestía aun más pijo que el anterior. - ¿Quien es el
hombre que esta junto a tu padre? Pregunte. - Es nuestro rey. Su Majestad el
Rey del Este. Ya sabes estamos divididos y eso y tenemos cuatro reyes y bueno,
que te voy a contar yo que no hayas leído en la biblioteca. Y así era, todo eso
lo sabía de sobra, pero en ninguno de los libros ponía el nombre. - ¿Y cómo se
llama? Volví a preguntar. Rubin me miro y se encogió de hombros. - No lo sé,
solo unos pocos lo conocen por su nombre, quizás, mi padre lo sepa.
Y entonces la música comenzó a sonar.
Rubin fue rápido en agarrarme de la cintura para llevarme al centro del salón,
aunque yo arrastraba los pies y reculaba como podía fue imposible. - Baila.
Ordeno apretándome contra el sin dejarme una vía de escape. - Sonríe, baila y trágate
todo ese maldito orgullo. Mi cabeza se desconecto y tan solo fui capaz de
buscar una salida, Observe a Chris, una de las puertas, la puerta de la
balconada, las escaleras que subían al segundo piso...
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