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sábado, 22 de noviembre de 2014

El día del baile... ese maldito día

Cuando me desperté esperaba hacerlo en mi cuarto, mi casa, mi cama y entre mis peluches. Pero no fue así, las varias mantas de pieles suaves aun cubrían mi cuerpo.
Por suerte el dolor producido en el golpe de la noche anterior ya no estaba y me permitía moverme en la cama sin dolor.
Abrí los ojos y palpe la cama, recordando que estaba en el cuarto de Chris y que muy posiblemente el hubiera dormido a mi lado toda la noche, pero no era así, estaba yo sola disfrutando de esa amplia cama. Me estire e hice la croqueta sobre la cama mientras bostezaba largamente hasta que una prenda de un intenso y llamativo rojo capto mi atención, arrastrándome aun por la cama disfrutando del tacto suave de las mantas de piel me acerque hasta aquella prenda.

Era un vestido largo, de esos de gala que a veces vemos en las entregas de un importante premio de cine, a simple vista era un vestido sencillo, no tenia adornos aunque la tela era muy brillante, solo tenía un leve fallo para mi gusto, en uno de los laterales de la larga falda había una abertura, posiblemente me llegaría hasta mitad del muslo. ¿De verdad debía ponerme eso? Llamaría la atención aunque no quisiera, y qué decir de los elegantes zapatos negros que esperaban a los pies de la cama, de tacón de aguja y altísimos. Pero en verdad lo que más me llamaba la atención era que el vestido fuera tan moderno y tan poco medieval. Seguro que era un truco para hacer que todos los invitados clavaran sus miradas ante mí. Me iba a usar como un simple divertimento para esa fiesta endemoniada.

La puerta sonó y envuelta en una de las mantas pregunte. Era Rubin que había venido a buscarme, maldije por lo bajo y luego suspire acariciando la manta. - Me acabo de despertar, ¿a qué viene tanta prisa? Pregunte aun tirada boca abajo en la cama mirando de reojo el vestido y disfrutando del suave tacto de la manta. Rubin entro con cara de pocos amigos, ni si quiera se paró a mirarme y corrió la oscura cortina que cubría el amplio ventana. - Porque ya es de noche, en media hora comienza el baile y tú sigues ahí rezongando como si no fuera contigo el asunto.

Me levante de la cama aprontando la manta sobre mi pecho. - Y es que no es mi asunto, yo no quería jugar a esta mierda de baile y me obligáis, no soy un mono de feria que pueda exhibirse por hacer la gracia. Le escupí con rabia. - ¿Pero de que mono de feria hablas? Su cara se mostraba bastante des configurada, parecía no entender a que venía mi rabia. Señale la prenda roja y gruñí. - ¿No soy bastante vistosa por ser una guardiana que debo disfrazarme?

- Yo no tenía ni idea de esto. Mi tarea era venir a buscarte y se tu acompañante en la fiesta. Parecía sincero, incluso demasiado sincero. - Venga haz de tripas corazón y vístete, no voy a mirar. Dijo dándose la vuelta. En ese momento me fije en su atuendo, no era algo muy medieval, más bien diría que era como un traje elegante barroco, con unas botas altas de piel marrón, unos pantalones que bien podrían haber sido bombachos de aviador y lo que parecía como una chaqueta abrigada con lana de borrego. Y como no una camisa holgada muy blanca y curiosamente limpia. Me vestí lo mas rápido que pude y me calce aquellos zapatos negros. - De solo verme así ya me estoy avergonzando.
Rubin se giro y embobado y boquiabierto se quedo mirándome fijamente de arriba a abajo. - Pues... no te ves para nada mal... Realmente parecía sorprendido de lo que veía, incluso me arriesgaría a decir que pude vislumbrar una sonrisa en sus labios. Me coloque el colgante misterioso dejándolo caer sobre mi pecho, no pegaba para nada con el estilo de aquel vestido pero algo me decía que debía llevarlo cerca, también me puse la gargantilla de brillantes que reposaba sobre la mesa, demasiado elegante para mi gusto, pensé, pero no me quedaba otra. - ¿Mejor? Pregunte a un embobado Rubin que se había quedado petrificado ante mí. Asintió boquiabierto y tras ello sacudió la cabeza repentinamente. - No con esos pelos. Me arrastro a una de las sillas y hundiendo sus dedos en mi pelo por arte de magia deshizo todas mis trenzas, ahora con el pelo terriblemente rizado hizo un coqueto pero discreto recogido en moño dejando que algunos de esos divertidos mechones rizados cayeran por voluntad propia. - Ahora. Venga, vamos antes de que Chris se ponga como una furia. Y si, las furias existen, antes de que lo preguntes.

Lo que era el comedor ahora parecía un amplio salón de baile, las discretas lámparas que colgaban del techo ahora eran inmensas obras de vidrio que brillaban con la luz de las velas. Un hombre de edad más bien vieja pronunciaba los nombres de los invitados y sus parejas. - Rubin hijo de Christhopher y La Guardiana de la noche. Dijo el hombre. Gruñí y refunfuñe. - Oye tú, tengo un nombre, me llamo Cyliam. El hombre empalideció y carraspeando volvió a presentarnos. Rubin hijo de Christhopher y Cyliam. La Guardiana de la noche. Sonreí satisfecha e hice una pequeña reverencia al asustado hombre. Todas las miradas se habían vuelto hacia mí, hacia nosotros, y el bullicio había desaparecido para convertirse en continuos cuchicheos.
¿Si no hubiera increpado a aquel hombre quizás no me sentiría tan observada?

Rubin se carcajeo invitándome a cogerme de su brazo, me sentía tan estúpida en aquel momento que pensaba salir corriendo cuando menos lo esperasen, pero por primera vez también sentí que Rubin no estaba allí solo para torturarme con los caprichos del padre sino para procurar seguridad en mí.

Caminamos por el salón, sin tener que saludar a nadie, por lo visto Rubin no era una persona tan importante y muchos de los que parecían querer acercarse a mi huían al ver al demonio que me acompañaba. A lo lejos vi a Chris, vestía de colores claros, beige, dorado y blanco, parecía el traje de un príncipe muy rico e iba a acompañado de otro hombre de su misma edad que vestía aun más pijo que el anterior. - ¿Quien es el hombre que esta junto a tu padre? Pregunte. - Es nuestro rey. Su Majestad el Rey del Este. Ya sabes estamos divididos y eso y tenemos cuatro reyes y bueno, que te voy a contar yo que no hayas leído en la biblioteca. Y así era, todo eso lo sabía de sobra, pero en ninguno de los libros ponía el nombre. - ¿Y cómo se llama? Volví a preguntar. Rubin me miro y se encogió de hombros. - No lo sé, solo unos pocos lo conocen por su nombre, quizás, mi padre lo sepa.

Y entonces la música comenzó a sonar. Rubin fue rápido en agarrarme de la cintura para llevarme al centro del salón, aunque yo arrastraba los pies y reculaba como podía fue imposible. - Baila. Ordeno apretándome contra el sin dejarme una vía de escape. - Sonríe, baila y trágate todo ese maldito orgullo. Mi cabeza se desconecto y tan solo fui capaz de buscar una salida, Observe a Chris, una de las puertas, la puerta de la balconada, las escaleras que subían al segundo piso...

La música ceso y cuando Rubin se acerco a besarme en la mejilla no pude evitar abofetearlo. - Te odio. Dije alejándome de él en dirección a las escaleras. Y allí apareció como Farkon cortándome el paso...

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