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domingo, 25 de noviembre de 2012

El fin del camino.

Seguí a Farkon, no me parecía correcto tomar su mano, ni entablar ningún tipo de amistad con los demonios, pero debía saber porque me estaban buscando.

La entrada al castillo era un amplio patio, todo ello de piedra y tierra, era cuadrado y lo rodeaban unos pasillos, no había nadie allí  ni sirvientes, ni guardias. - ¿Solo vives tu y tu familia aquí?  Pregunte acelerando el paso para ponerme a su altura.
- Si, aunque parezca que solo estamos nosotros solemos recibir muchas visitas diarias de varios demonios, cosas de trabajo que a ti no deben interesarte lo mas mínimo.
Que tío mas borde, parecía creerse alguien importante, y quizás lo era aunque a mi eso me daba igual, si me habían buscado era porque yo debía ser importante.

Tras entrar por un amplio portón de madera decorado con un gusto muy macabro, parecía como si algo en esa puerta absorbiera los tallados hacia ella, las caras de la puerta reflejaban un pánico terrible además de mucho dolor, no pude evitar hacer una mueca de desagrado cuando la vi, vi un amplio hall, con una decoración mínima, salvo por aquellos tapices de hilos oscuros, cuadros con escenas de guerras y algunas estatuas de ángeles  - ¿Existen los ángeles  Dije mientras observaba una de las estatuas. - Si... y no. Deja de preguntar, ya aprenderás con el tiempo. Contesto de muy mala gana Farkon mientras proseguía su camino.

Tuve que acelerar mi paso para alcanzarlo, pensaba que me iba a mostrar el castillo pero lo único que hacia era caminar sin dirigirme la palabra.
Después de ver el hall entramos en un salón  este tenia una mesa bastante amplia, seguramente cupieran cerca de treinta personas en ella, estaba iluminado por varios candelabros, algunos sobre mesas auxiliares, otros de pie altos y hermosos y no como no, de dos lamparas sujetas por anchas cadenas que albergaban mas de una veintena de velas cada una. - Esas lamparas no pueden ser seguras, tienen que llover cera cada dos por tres. Dije mientras rodeaba la mesa sin apartar la mirada de las lamparas por miedo a que me cayera cera encima, pero el no me contesto.
Llegamos entonces a la cocina y el se detuvo mirándome con una media sonrisa. - Esta es la cocina, si tienes hambre puedes coger lo que necesites. Dijo mientras abría varios armarios mostrándome platos, vasos, jarras y cuberterías de plata. - Perdona, ¿pero los demonios también coméis...? ¿comida humana? El me miro abandonando la sonrisa, fijando nuevamente su mirada granate sobre mi.

- Pensaba... que os alimentabais de nuestra energía  del aura y de nuestras almas. Me acobarde después de decir aquello y retrocedí algunos pasos.
- Las almas son demasiado valiosas como para desperdiciarlas en una comilona, y si vuestra energía y aura es alimento para nosotros, pero no obstante, también comemos como todos los humanos, aunque no necesitamos el mismo alimento que vosotros, con solo una comida al día podemos quedar satisfechos. Parecía tranquilo, aunque algo confundido por mi pregunta. - Tu no sabes gran cosa sobre nosotros, ¿verdad?
Me encogí de hombros y medio negué con la cabeza. - A decir verdad, lo que he leído en los libros...

- No entiendo porque eres tan importante si no sabes nada. Finalizo dándose la media vuelta guiándome de nuevo al salón hacia unas escaleras, eran largas, tanto que no podía ver el final de la escalera, seguí a Farkon en silencio, en el piso de arriba comencé a ver una serie de puertas, quizás fueran dormitorios, pero había muchas. - Este sera tu dormitorio a partir de ahora. Dijo empujándome con una mano dentro del cuarto.

Era enorme, jamas había visto una habitación tan grande, ni siquiera en los hoteles, tenia una cama en la que al menos cabían tres personas incluso cuatro, tenia un dosel de madera oscura con unas cortinas negras, las sabanas de la cama al igual que las cortinas eran negras y sobre ellas había una colcha de color marrón oscuro decorada con hilos dorados, un escritorio de la misma madera del dosel con un candelabro dorado, y dos mesillas de noche, toda la habitación estaba conjuntada, incluso la alfombra que cubría el suelo de piedra era negra con bordados en oro.

- Esto es demasiado grande para mi sola. Conteste girándome hacia el mientras me quitaba el abrigo y lo dejaba sobre una silla abandonada junto al escritorio.
El sonrió con cierta malicia cerrando tras de si la puerta y acercándose a mi. - ¿Y quien ha dicho que vayas a estar sola?

¿Que, como? Comencé a retroceder con nerviosismo, no pensaba quedarme allí a solas con ningún demonio por nada del mundo, debía salir de allí  pero el miedo se apodero de mi hasta que choque contra la cama, aquella cama era mas alta de lo que me había parecido antes, tuve que dar un leve salto para poder seguir retrocediendo, Farkon caminaba despacio pero seguro hacia mi y mientras tanto yo seguía retrocediendo sobre la cama hasta llegar al cabecero.

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